Esa ética del honor y del deber, del sacrificio y de la fidelidad, del compromiso, que fue realmente la base de la fuerza de los tercios. De nuestros tercios.
Si los tercios entraron en la leyenda no fue solo por sus victorias militares, sino por un cierto estilo ético que define a todo un país y una época. Quien mejor definió ese estilo ético fue probablemente Calderón de la Barca, soldado, en su poema: «Este ejército que ves, vago al yelo y al calor,..». Porque es más que un poema: es una declaración moral.
Los tercios fueron, antes que ninguna otra cosa, un gran ejército nacional y popular, no formado por una casta cerrada ni tampoco reunido por levas forzosas —o no fundamentalmente—, sino que era una fuerza constituida esencialmente por voluntarios, con abundante presencia de esos que, por venir de familia noble o por especial relación con el mando, recibían el nombre de «guzmanes». Estos voluntarios provenían sobre todo de la pequeña hidalguía rural, aunque las filas de los tercios estaban abiertas a todas las clases sociales cristianas. Eso es importante porque explica el vínculo fortísimo que había por entonces entre el pueblo español y sus soldados: eran lo mismo.
Texto de Javier Esparza
El poderío de los tercios de Infantería española sirvió de modelo y de inspiración a diversos poetas y dramaturgos para crear los más bellos versos que compusieron diversos poemas, sonetos y octavas en los que se ensalza a estas unidades militares que formaban el ejército español de la época, viéndose, una vez más, la relación de la pluma con la espada, que ha sido una constante en nuestros ejércitos. Uno de los poetas que más destaca es Calderón de la Barca.

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 17 de enero de 1600-25 de mayo de 1681) fue un escritor español, sacerdote católico, miembro de la Venerable Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid San Pedro Apóstol y caballero de la Orden de Santiago, conocido fundamentalmente por ser uno de los más insignes literatos barrocos del Siglo de Oro, en especial por su teatro.
Descendiente de una mediana hidalguía de burócratas, Calderón conjugó el vitalismo popular con la matemática depurada y exacta de la clase oficial de la que fue cronista e intérprete y, a su modo, también conciencia crítica. Se educó en ese pensamiento oficial, pasó por la carrera militar y recaló en el estado eclesiástico, aunque su biografía (más discreta, menos volcada a la extroversión íntima de Lope) revela también actitudes nada condescendientes, a veces, con su contexto histórico y vital. Pero sobre todo, revela al humanista tardío y al enciclopédico preilustrado que alcanzó a conocer aún el lejano magisterio de Cervantes, que convivió con Velázquez (convirtiendo muchas veces en teatro lo que éste retrató) y que fue contemporáneo, entre otros, de Góngora, Quevedo, Gracián, Kepler, Monteverdi, Hobbes, Pascal, Descartes, Espinoza, Hobbes y Locke.
Para que los Tercios hayan trascendido hasta nuestros tiempos, para conseguir ser una vanguardia histórica del siglo XVI y XVII tiene que haber algo muy importante detrás, no sólo una estrategia militar, sino una ética muy especial, unos principios ó valores que refleja muy bien nuestro gran soldado y poeta D. Pedro Calderón de la Barca en un poema que dedicó a los Tercios:
El soldado español de los Tercios
Este ejército que ves
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que el adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira como procede.
Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna al vestido.
Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.
Los Tercios, los amos de la guerra de la Europa moderna
Un nuevo modelo de unidad militar
Creados por el emperador Carlos de Habsburgo, los tercios constituyeron la élite de los ejércitos españoles entre los siglos XVI y XVII. Fueron la primera fuerza en combinar en una misma unidad armas blancas y de fuego, haciéndoles casi invencibles en el campo de batalla durante más de un siglo.

De Pavía a Rocroi. Los tercios españoles: 2 (Historia de España)
“Es una magnífica noticia que se rescate este clásico, porque De Pavía a Rocroi es una obra maestra, imprescindible en toda buena biblioteca histórica. Con este libro espléndido, Julio Albi consiguió un relato fascinante del auge y ocaso de la que fue mejor infantería del mundo”. Arturo Pérez-Reverte.

Tercios: Historia ilustrada de la legendaria Infantería española (Bolsillo)
Este libro relata la épica aventura de la infantería española desde los tiempos del Gran Capitán hasta la disolución formal de los tercios dos siglos después. La pluma de José Javier Esparza y el pincel de José Ferre Clauzel, como si ambos hubieran estado allí, nos explican cómo se construyó el mejor ejército del mundo, quiénes eran aquellos hombres y aquellas mujeres, cómo combatían, cómo vestían, como vivían y cómo morían.